
Decía entonces, que esa noche me dormí en brazos de Don Juan de Marco y me desperté con el hermano idiota de la película Rianman.
Recordemos que mi último pensamiento antes de dormir fue "el sexo fue malo porque es la primera vez". A la mañana siguiente sentí movimientos en la cama. El Bipolar buscaba frenéticamente su celular en la mesita de luz. Yo con un solo ojo abierto y semi desnuda pregunté la hora con voz de bella durmiente recién besada. Eran la una del mediodía de un miércoles, ambos habíamos acordado la noche anterior dejar de lado nuestras obligaciones matutinas. El Bipolar tiene un puesto gerencial en una empresa de telecomunicaciones que le permite manejarse con cierta soltura con respecto a los horarios. Ese día no iría a trabajar pero así y todo después de contestarme con un hosco "Son la una" saltó de la cama y se vistió mas rápido que Superman. Intenté reaccionar en un instante. La sensación de mi desnudez frente a su frenetismo me hizo sentir vulnerada. Agradecí para mis adentros que él se metiera en el baño. Me sentía expuesta. Respiré profundo y me vestí lo más rápido que pude. Cuándo salió del baño ya lavado y peinado, yo estaba sentada en la cama vestida y con cara de nena trasnochada. Entró entonces a la habitación y sin decir palabra abrió las cortinas y las ventanas de par en par. Yo lo miraba extrañada y muda pensando que había pasado mientras dormíamos. ¿Lo habían secuestrado los extraterrestres y le cambiaron el cerebro? ¿ Sería un esquizo mal medicado? ¿Quizás yo mientras dormía lo llamé por el nombre de mi primer novio?. Quien sabe.
Mientras él iba como una tromba de aquí para allá terminé de ponerme las botas y salí de la habitación. Desde la cocina lo escuché decir " ¿Te gusta el mate?" y pensé "Bueno, quizás necesitaba tiempo para despertarse".
Fui al baño, me tiré bastante agua en la cara y me acordé de todos los detalles de la noche anterior, el baile, la penumbra, la risa. Suspiré como quinceañera y salí dispuesta a retomar ese clima.
Él estaba entonces, sentado frente a su computadora haciendo movimientos complusivos, con una mano escribía mails y con la otra hacía no se que cosa con el teléfono celular. "Ahí está el mate" dijo sin mirarme. Al instante comprendí que estaba con algo del laburo. Entonces me llamé a sociego y cebé un par de mates. Le ofrecí uno y me dijo "No gracias". Los minutos que se sucedieron fueron interminables. Sentía ganas de salir corriendo, estaba desolada, me sentí terriblemente sola y confundida. Expuesta, vulnerada y asustada. Le dije "Bueno Bipolar (no le dije bipolar, le dije por el nombre) me voy para casa". Sin levantar la vista del teclado me dijo "Ok, ¿no te jode tomarte un taxi no?". Y no la verdad es que no me jodía en lo más mínimo necesitaba salir de ahí, de él, de su mutismo. En silencio bajamos por el ascensor, sin tocarnos ni mirarnos. Abrió la puerta de calle y en silencio también me acompañó hasta las esquina. Esperamos un taxi y creo que comentó algo sobre el clima "Que día pesado" o algo así. Cuando llegó el taxi puso su mejilla en mis labios y dijo la frase. La puta frase. "Hablamos".
Ese día no pude pensar. Llegué a mi casa y me bañé como 15 horas seguidas. Con el paso de las horas todo se iba desdibujando y yo intentaba desdramatizar. Por supuesto por un par de días no tuve noticias de él y eso me confundía más todavía. Lo veía conectado al msn pero no me hablaba y si hay algo que yo tengo es orgullo así que me quedaba como estúpida frente a la pantalla de mi computadora viendo como él no me hablaba. Finalmente 6 días después me guardé el orgullo en el corpiño y le escribí un prudente "Che, ni para saludarnos por acá da?" Al instante el respondió que había estado a full con el laburo y mil quilombos, que lo disculpe, que quería verme que hablábamos a la noche.
Entonces esa noche vía msn me preguntó "¿ Sabés juagar al póker?" y ahí se empezó a desdoblar esta historia. Tres horas más tarde yo tocaba el timbre de la casa del Bipolar. Iba dispuesta más que nada a aclarar la situación de la semana anterior.
Me abrió la puerta y me saludó con un beso en la mejilla. La casa estaba exacta. La música perfecta y la mesa de póker con las fichas preparadas. El póker es un juego muy racional y muy seductor entonces sentí que podía ganar terreno. Jugamos y le gané un par de manos. Y ahí comenzó la seducción. Él hablo de mi voz, de mi inteligencia y de mi independencia. Yo no le creí nada. Estábamos pares. El tenía un as en la manga pero yo me había pegado el ancho de espada en la frente. Me sedujo y lo seduje. Él estaba otra vez rendido, quería acercarse. Pero estaba inseguro. De él y de mí. Yo olfateaba su miedo. Y entonces le escupí con toda mi ironía " ¿El otro día no estabas bien? Me pareció que me acosté con una persona y me levanté con otra" Respondió no se que cosa de su dificultad para relacionarse y su inseguridad. Dijo que su vida estaba completa. Que le bastaban sus libros, su música y sus ideas pero que le gustaba compartir momentos conmigo. Hizo un chiste sobre su lamentable desempeño sexual y me acarició despacio el cuello. Le pedí que llamara un taxi, que yo ya había dicho lo que tenía para decir. Me pidió que me quedara con él y me abrazó. Entonces otra vez. El sexo horrible y egoísta.
La mañana siguiente no me agarró desprevenida. Nos quedamos dormidos pero esta vez él tenía reunión impostergable de no se qué cosa a la cual llegaría terriblemente tarde. Yo salté de la cama negándole mi desnudez. Me envolví con la sábana y el expuesto entonces fue él. Junté la ropa delante de sus ojos autistas y me fui a vestir al baño. Cuándo salí él ya estaba vestido. Sin hablar bajamos al ascensor y le dije "Conozco el camino, no me acompañes". Hice chocar mi mejilla con la de él y le dije "Hablamos". Impávido, parado en el medio de su nada, se quedó mirando como me subía a un taxi. Yo no me dí vuelta para mirar para atrás.
Esta vez me sentí más aliviada. Estábamos casi a mano. Me debía unos cuantos orgasmos es cierto pero había quedado más que claro para ambos que el incapaz era él. Yo me había sacado la mierda de adentro y estaba convencida de que él no era más que alguien con un buen modus operandi.
No voy a negar que a lo largo de los días cada tanto se me cruzaban por la cabeza el perro labrador, el baile y los hijos feos pero a decir verdad mi teléfono celular estallaba de demandas de hombres como la gente, el nene, el amante y hasta el complicado morían por verme. Eso levantó al mil por ciento mi autoestima y me dispuse a dejar al Bipolar en el olvido. Pero como siempre sucede en estos casos ellos, todos, siempre vuelven con el equino exhausto. Y él será Bipolar pero no boludo y volvió arrastrándose con una excusa berreta para darme letra y escribir la tercera y última parte de esta historia.
Continuará...