martes, 17 de junio de 2008

El Ex

Al Ex no lo veías hace mucho. Cortaron hace 10 años una relación tibia y sin complicaciones que duró dos años. Lo conociste un día cualquiera en una clase de Semiótica y entre retóricas y metonímias se enamoraron. O algo así.
Se pusieron de novios en seguida e hicieron todas las cosas de rigor. Se juraron amor eterno en un botecito en los lagos de Palermo, se fueron de vacaciones juntos al sur y al año siguiente se anotaron juntos en las mismas materias de la facultad. Era una relación simple, sin altibajos, con sexo tibio y charlas de café. Pasaron así muchos meses y un día se descubrieron queriéndose mucho pero sin pasión. Pusieron punto final con una despedida sensata y medida. Sin escenas desgarradoras, llamadas anónimas ni terceros en discordia. Cortaron de la misma manera que empezaron y sin mayor sufrimiento. Pasaron los meses, cambiaron los turnos de la facultad y dejaron de verse.
Les quedaron pocos amigos en común, él se recibió y nunca más volviste a verlo.
Un sábado a la noche mientras tomabas algo en el bar de uno de lo pocos amigos que tenían en común, tuviste un presentimiento extraño. Estabas inquieta, mirando a todos lados como si algo fuera a pasar. Después del trago número 4 la noche empezaba a aburrirte y estabas a punto de emprender la retirada. Levantaste la vista de la mesa para buscar al mozo y miraste a la puerta que en ese momento se abría para darle paso a una figura que recortada entre la oscuridad te pareció conocida. Miraste con atención y lo viste entrar. Era él. Tan exacto, tan igual, tan familiar pero 10 años después. El estomago te dio un salto y sin darte cuenta te levantaste de tu asiento.
El avanzaba por el pasillo buscando alguna cara conocida entre la gente. Sus mismos ojos, sus facciones divertidas, su pelo rubio, su cuerpo amigo.
En ese instante su mirada dio con la tuya y él se quedó paralizado. Vos le sonreías desde el otro extremo del bar con la alegría de quién de repente empieza a creer en las casualidades.
Se miraron, se sonrieron y empezaron a caminar uno hacia el otro esquivando gentes. Al llegar a unos paso de distancia los dos se detuvieron y se miraron sin poder creer. Tan iguales, tan distintos. 10 años después.
Sin mediar palabra se abrazaron en el abrazo más sincero y alegre que alguien puede darse y al minuto estaban sentados en una mesa charlando como si nada. Él estaba igual, pero más hombre, a cada palabra volvía un recuerdo, una complicidad y al poco rato empezó a flotar en el aire "esenoseque".
Hablaron horas, muertos de risa, se contaron los diez últimos años con lujo de detalles. Supiste que le tuvo varias novias pero ninguna tan adorable, le contaste con pelos y señales todas y cada una de las veces que los egoístas de tus otros ex´s te rompieron el corazón.
Las cervezas pasaban como agua y la noche parecía haber retrocedido diez años. En un momento notaste que él había acercado su silla hasta el borde de la tuya y mientras vos le contabas con ojos húmedos de la muerte de tu abuela él te acariciaba amigablemente la pierna. Un segundo más tarde estaban tomados de la mano, jugando con los dedos y mirándose como entonces.
El mundo allá afuera había desaparecido. Eran vos y él coqueteándole al destino.
Él se acercó un poco más y vos respiraste su olor. El mismo. Su piel tan blanca, sus ojos tan divertidos. Te miraba extasiado. Se acercó despacio, su mano soltó tu mano y acarició tu muslo así como él bien sabía que a vos te gustaba. El tiempo volvió atrás y vos sentiste un escalofrío. Acercó su boca a tu oído y susurró la estrofa de aquella canción que un día te había escrito
"Si has dejado entrar, la luna a tu corazón,
si puedes amar a pesar de tu temor,
al mirarme oirás baladas
bluseadas con gusto a miel"
El colmo de la cursilería es verdad, pero nada importaba esa noche. Eran él y vos teniendo de nuevo 20 años. Jugando a que el tiempo no había pasado.
El paso de los años, el destino y el alcohol no deberían mezclarse.
Cuándo terminó de cantarte la canción, volvieron a mirarse emocionados y se besaron con un beso impúdico en el medio del bar y de la vida.
Salieron de ese bar de la mano y con destino incierto. Subieron al auto de él y vos como es tu costumbre encendiste el stereo y le diste play al cd. Empezó a sonar Eric Clapton en versión Unplugged. ¡Era el cd que vos le habías regalado para el primer aniversario!. No era una copia, era el original exacto y lo tenía en su auto. Lo miraste emocionada. La noche era perfecta. En cada semáforo los besos se hacían más intensos y las caricias más calientes.
Sus besos eran un poco ansiosos y recordaste de repente ciertos "inconvenientes" que habían tenido alguna vez en la cama. La ansiedad le jugaba a él a veces una mala pasada. Desechaste esa idea muy rápido de tu mente. Era 10 años más grande y se lo notaba muy seguro de sí mismo. Quisiste creer que el tiempo y las experiencia habrían hecho un buen trabajo.
Llegaron al hotel. Los dos hervían de ganas y recuerdos. En la recepción les informaron que deberían esperar unos minutos en el auto hasta que se desocupara una habitación. Era sábado a la noche claro. Los dos volvieron al auto muertos de risa y contando anécdotas sobre las inumerables visitas a hoteles de antaño. La espera fue larga. Y casi no podían aguantar. En el asiento del auto él levantó despacio tu falda mientras te besaba el cuello. Separó con delicadeza tus piernas y de un tironcito suave rasgó el naylon de tus medias. Sus dedos entre la humedad de tu ropa interior jugaban con la inminencia de tu orgasmo. Tu cabeza había perdido la noción del tiempo y él volvía a ser Él. Y así entre vidrios empañados y gemidos solapados te regaló el primer orgasmo. Definitivamente el tiempo y la experiencia había hecho un buen trabajo. O al menos eso creías.
Subieron a la habitación y vos fuiste al baño. Entraste y te miraste al espejo. Tenías en los ojos esa mirada de 20 años y los labios enrojecidos de tanta arrogancia. Sonreíste, la noche prometía. Que buena jugada.
Cuando saliste él estaba sentado en la cama, vestido y mirando el piso. Te acercaste despacio, perdiste tus dedos entre su pelo y apoyaste su cara cabizbaja contra tu cuerpo. Había cierta tensión quizás. Todavía de pie frente a él bajaste tu mano por su nuca, rodeaste su cuello y suavemente levantaste su barbilla obligándolo a mirarte. El sonrió y te rodeó con sus manos la cintura. Te recostó en la cama y empezó a desvestirte. Un minuto después estaban desnudos. Todo iba bien hasta que con la desnudez, le llegó a él la "dificultad". Intentaste calmarlo con palabras suaves y cariñosas. Él te abrazó y casi en un susurró dijo " Hay cosas que con el tiempo no cambian. Empeoran". El corazón se te estrujó de pena y quisiste cuidarlo. Y se quedaron así dormidos. Desnudos y abrazados. Diez años después y con la ilusión un poco maltrecha recordaste rotundamente el trasfondo de tanta tibieza. Se despidieron con un beso parco en los labios y mientras él se alejaba en su auto de la puerta de tu casa comprendiste que la memoria es muy sabia y que si sepulta una historia en el olvido, dejando sólo tibios recuerdos es por algo. Hay historias que no deben revivirse y encuentros que el destino nunca debería haber concretado.

viernes, 13 de junio de 2008

Se viene EL EX
Una historia de reencuentro que no debería haber sucedido...